Lo nuevo no es lo normal.

Por qué innovar siempre supone un duro camino.

Se decía que la televisión iba a acabar con el cine. La radio iba a significar el fin de la novela, que, a su vez, era el fin de la conversación cortés, y, por lo visto, el habla supuso la muerte de los gruñidos grupales alrededor de un mamut asado (que, por supuesto, estaba mucho mejor crudo). Da la sensación de que cada avance, ya sea técnico o artístico, tiene que atravesar el duro camino de la aceptación.

Lo anterior siempre era mejor; lo nuevo no tiene ascendencia y, además, puede menoscabar lo que más apreciamos. Aunque nos encante la novedad y lo exuberante, no le entregamos nuestro amor fácilmente.

Es por eso por lo que estamos en deuda con esos artistas que se atreven a dar la cara ante las críticas provocadas por aproximarse a la tecnología emergente de manera creativa. La ardua tarea de convencer al público de que tu trabajo tiene mérito creativo es el doble de duro si no te respalda un reconfortante colchón de familiaridad sobre el que puedas caer. Van Gogh no vendió ni una obra en toda su vida. El Gran Gatsby fue tachado de “desconcertante y ordinario” cuando se publicó. ¿Y qué precio le pondrías a un Picasso si todo lo que conoces sobre pintura son paisajes clásicos?

Así que, mientras existan personas como Ang Lee que sean lo suficientemente valientes como para poner en jaque sus reputaciones y adoptar altas frecuencias y resoluciones de imagen y otras apuestas por el estilo, lo mínimo que podemos hacer como empresa es apoyarles y defenderles. Y eso es lo que hacemos. Así es, es tecnología Christie, de la cual estamos muy orgullosos y creemos que puede cambiar la proyección en todas sus modalidades; pero no conseguirá nada de eso a menos que personas como Ang Lee se atrevan a recorrer la senda de los riesgos artísticos y demuestren al mundo que lo nuevo por conocer ofrece más que lo que viejo conocido.

Por lo tanto, esto va para los soñadores, los visionaros, los creadores de mapas de proyección, los cineastas, los investigadores de publicidad exterior digital, los diseñadores de atracciones de terror y para todo aquel que piense que lo que tenemos ahora es genial, pero que podríamos tener algo extraordinario. Porque persisten, incluso cuando saben que las ideas innovadoras no siempre son bien recibidas, que el mundo los rechazará muchas veces antes de aceptarlos, y muchas veces más antes de que los adoren.

Y les adorarán, de la misma forma en la que adoran las novelas, los Picasso y la producción digital de películas. Con el tiempo, se han aceptado las innovaciones de hoy en día tanto como las de antes, y en ese momento se convertirán en el nuevo “normal”, con un contrincante que aún no nos imaginamos pisándoles los talones.

Esperemos que tal contrincante cuente también con defensores dispuestos a asumir riesgos.