Un capricho arquitectónico: el Royal Pavilion de Brighton.

El Royal Pavilion de Brighton es un edificio disparatado. Iniciado en 1815 por el arquitecto John Nash por encargo del Príncipe Regente y futuro monarca Jorge IV, no hay en el mundo un edificio de las características del Royal Pavilion de Brighton. Encoja el Taj Mahal a un octavo de su tamaño, póngale como remate una tarta de boda. Pues bien: ni siquiera se acercará a la realidad.

No hay un solo milímetro de este edificio de minaretes, cúpulas, columnas y soportales que no esté decorado con profusión. Estamos ante un edificio muy especial que sólo una empresa también muy especial se atrevería a elegir como potencial lienzo de un mapping de imágenes.

Esa empresa es QED Productions, y Paul Wigfield el hombre que no dudó un instante en transformar la pieza maestra de John Nash para conmemorar el 50 Aniversario del Brighton Festival. Donde otros habrían visto problemas técnicos, los profesionales de QED sólo vieron posibilidades creativas. Por ello, en estrecha colaboración con la empresa de diseño y montaje de espectáculos e instalaciones Nutkhu, se pusieron manos a la obra para convertir el Brighton Pavilion, no sólo en telón de fondo de un show, sino en un personaje más de la trama argumental.

Inspiración india
Durante la Primera Guerra Mundial el Brighton Pavilion estuvo al mando del Ejército Británico, que lo destinó a hospital de soldados indios, una circunstancia que en el año en el que se conmemora aquel conflicto tenía necesariamente que estar presente. Así nació Dr Blighty. Dirigida por Ajay Chhabra, esta pieza de diez minutos de duración es una creación de los expertos de animación inmersiva Novak, con música de Shri Shriram. La voz de Ed Carter narra la historia, hoy casi olvidada, de aquellos soldados que atravesaron medio mundo para luchar.

El diseño de Novak exigía una proyección continua, que fluyera sin interrupciones por todas las superficies, lo que implicaba cubrir de luz proyectada todos los elementos arquitectónicos y desde todos los ángulos posibles: de los hitos arquitectónicos más destacables a la parte posterior de las columnas. Hasta que Dan Gray, Jefe de Medios Digitales de QED, no realizó una visualización previa del edificio fue imposible determinar el número de proyectores que harían falta. Al final, se precisaron veintidós salidas sincronizadas y una potencia de proyección de 500.000 lúmenes que hiciera posible que el espectáculo se llevara a cabo antes del anochecer.

Lo que se logró con seis proyectores Christie Boxer 4K30 de 30.000 lúmenes y dieciséis proyectores Christie WU20K-J WUXGA de 20.000 lúmenes, dispuestos en orientación vertical y horizontal y con una gama de lentes de entre 0.72:1 y 3.89:1. Las alimentaciones de cada proyector llegaban individualmente a través de fibra óptica multicore, con nueve estructuras alojadas en los proyectores y el equipo de control.

La publicidad adoptó deliberadamente un perfil bajo. Pero, cuando al caer la tarde el Royal Pavilion cambió de color, las redes sociales hicieron su trabajo. La noticia se extendió como la pólvora y los pequeños grupos de paseantes se convirtieron en una densa multitud cuyo asombro iba creciendo conforme avanzaba la historia de Dr. Blighty. Los asientos se agotaron enseguida y el césped se llenó de espectadores, atónitos ante uno de los espectáculos más grandiosos y aplaudidos celebrados en mucho tiempo en Brighton.

No sabemos qué habrían pensado aquellos soldados indios de la Gran Guerra al ver esta pequeña muestra del arte arquitectónico de su país en una ciudad de veraneo inglesa. Sí estamos seguros de que a Jorge IV le habría encantado el exceso ornamental, la atención, el asombro…