Hitos emblemáticos. Por qué a los alcaldes les encantan las Expos

Imagínate que eres alcalde. Qué consideras que es mejor para tu ciudad, ¿unas olimpiadas o una Expo?

Un evento deportivo de ese calibre te garantiza una audiencia televisiva mundial que alcance los miles de millones (3200 millones en los Juegos de Río 2016), pero, si diriges una ciudad, no quieres únicamente un poco de reconocimiento. Quieres dejar un legado, algo que no solo te sitúe en el mapa, sino que te coloque como el número uno de los destinos turísticos y en la lista de lugares pendientes por visitar de todo el mundo durante muchos años.

Estaría bien que esto sucediera durante 130 años, ¿verdad?

Pues han pasado todos esos años desde que la apertura de la Exposición Mundial de París en 1889 nos presentara una llamativa torre de metal como principal atracción, que, a día de hoy, sigue siendo el monumento más visitado y el que más ingresos ha generado en todo el mundo. Por eso, no cabe duda de que las ciudades ven las Expos como el mejor camino para crear su propio legado. Obviamente, puedes organizar un evento deportivo memorable, pero, si de verdad quieres ser inolvidable, crea un emblema tan importante como la Torre Eiffel y observa cómo los visitantes entran a raudales.

El hogar del Burj Khalifa

En Dubái, el encargado de organizar la Exposición Mundial de 2020, lo saben. Al ser el hogar del Burj Khalifa, conocen el poder de una arquitectura llamativa y, además, sus planes para la Expo son ambiciosos. Para hacernos una idea sobre la forma en la que los arquitectos van a intentar que la principal atracción, el Al Wasl Plaza Dome, consiga ser un emblema, solo hay que echar un vistazo a la lista del equipamiento audiovisual, que incluye 252 proyectores de láser puro Christie D4K40. Se duda que alguien haya juntado tantos fuera de una fábrica Christie, y mucho menos encendidos en el mismo lugar y al mismo tiempo.

Toda esa potencia se destinará a una proyección sobre una celosía de 130 metros de ancho. Desde la distancia, la celosía hace que todo parezca ligero, etéreo y casi frágil. Hasta que no te acerques, no te darás cuenta de que te encuentras ante una proeza a gran escala de la ingeniería y la proyección.

Para empezar, la pantalla es un poquito más amplia que todo el espacio que ocupa la Torre Eiffel. Con una altura de 67,5 metros, la proyección podrá verse en el interior y en el exterior. Al lado de una oscura autopista situada en el desierto árabe, parecerá que cuelga entre la Tierra y las estrellas, en suspensión entre el pasado y el futuro.

Un punto de inflexión en la forma de ver la proyección

Con una superficie 4,38 km2 y con la participación de 192 países, la Expo 2020 será uno de los mayores eventos del año y rendirá homenaje a lo que toda esa cooperación mundial es capaz de lograr. Por lo tanto, este evento puede suponer un punto de inflexión en la forma en la que entendemos las proyecciones. En el pasado, siempre eran las estructuras (de vidrio sólido, cemento y hierro) las que marcaban la diferencia. En el Al Wasl Plaza, la proyección soporta el esfuerzo emocional y juega un gran papel a la hora de crear ese impacto que generan las atracciones centrales. Es un gran voto de confianza que no se limita, como suele pasar, a un único e increíble acto de apertura. No es una explosión momentánea de luz y color, es una parte importante y duradera de un legado que ha sido planeado con mucho cuidado.

¿Una proyección puede generar todo eso?

¿De verdad una proyección puede tener este impacto tanto en alcance como en ambición? Es una gran pregunta, pero merece la pena recordar que cuando se construyó la Torre Eiffel, su pronóstico de vida era de tan solo 20 años, y que luego iría directa al desguace. Sobrevivió porque se convirtió en una parte indispensable de París.

La lección que aprendemos de esto es que la condición para que algo perdure es que a la gente le llegue al corazón, que les conmueva. Y si a las proyecciones se le da bien algo, es conmover.