Sobre del arcoíris.

Por qué el color resulta tan maravillosamente complejo.

Se suele decir que el humano medio puede percibir más de diez millones de colores. El problema es que no los percibimos de la misma forma, ya que el color vive en nuestro cerebro y no en nuestros ojos. ¿Recuerdas “El vestido”, ese que hizo que práctica y vertiginosamente todo Internet se interesase por las teorías del color durante unos días?

Todo ello nos hizo ver lo compleja que es la relación fisiológica del ser humano con el color. No existen solo el blanco y negro; la vida sería mucho más simple si así fuera, al igual que también serían mucho más simples los modelos, espacios y gamas de colores que utilizamos para explicar, medir y comparar nuestro mundo de arcoíris.

Aquí va un ejemplo: aunque parezca increíble, si sabes el nombre de un color es más fácil identificarlo. No existe una palabra que identifique al color azul en la tribu Himba, de Namibia. En el famoso Experimento Himba, cuando el catedrático Jules Davidoff les enseñó un cuadrado azul situado entre once cuadrados verdes, o no podían diferenciar el azul de los demás o les llevaba mucho tiempo hacerlo y se confundían. Y es que la percepción del color tiene doble filo; los Himba tienen más palabras para el verde que las que existen en inglés, y pueden diferenciar tonos de verdes que los angloparlantes no pueden. Resulta sorprendente, aunque este dato no te va a resultar muy útil a menos que tengas que comprar un vestido verde para una boda Himba.

No obstante, sí que resulta importante si trabajas en un sector que intenta, de manera fiel y consistente, reproducir colores en aparatos que van desde smartphones a proyectores RAV puros (RGB, por sus siglas en inglés). En este sector es incluso más difícil, ya que no existe el color físico, solo existen gamas de longitud de onda en un espectro electromagnético continuo que nuestros cerebros no son capaces de identificar.

Para la suerte de los fabricantes de proyectores, los ojos humanos distinguen bastante bien las luces Roja, Azul y Verde (Red, Blue y Green, en inglés), mientras que el cerebro interpreta el resto del arcoíris a partir de esos tres colores primarios. Por eso es por lo que el proyector se llama RAV (si alguna vez las gambas u otras especies similares evolucionasen, tendríamos un problema, ya que los estomatópodos son capaces de distinguir hasta doce colores primarios, y ninguno de ellos de forma nítida). Gracias a ello, se han podido crear tres herramientas muy útiles y a la vez un tanto confusas: modelos, espacios y gamas de color.

Modelos de color

Si vas a recrear, de forma artificial pero convincente, un color en una pantalla de cine, en un smartphone o en una pantalla LED, lo primero que necesitarás es una descripción sobre qué color genera cada longitud de onda y las posibles combinaciones entre ellas. Eso es fundamentalmente lo que son los modelos de colores: una descripción matemática abstracta sobre cómo se puede generar, mediante el uso de la luz, una impresión de un color en los humanos. Todo esto se está estudiando aún, ya que los modelos de colores pueden y suelen describir colores que algunos no podemos percibir, que no existen en la naturaleza y que los aparatos no pueden producir. La industria audiovisual está familiarizada más con el modelo de color RAV, aunque también existen otros.

Espacios de color

Gracias a los espacios de color, todo empieza a parecerse más al mundo real. Junto con una receta RAV única para que cada color se pueda crear utilizando un modelo de color, los espacios de color cuentan con una descripción fiel sobre cómo deben aplicarse (condiciones de visión e imágenes por segundo, entre otros). Si sometes las mismas figuras a las mismas circunstancias, todo el mundo debería ver siempre el mismo color. El espacio de color que el sector audiovisual utiliza más a menudo es CIE 1931, ese diagrama en forma de pirámide arcoíris redondeada que se suele ver.

Gama de color

Hoy en día contamos con modelos que nos dicen cómo surgen los colores, y espacios que describen una manera “oficial” de conseguirlos. Sin embargo, también contamos con una amplia variedad de aparatos y técnicas que producen el mismo RAV base. Y ninguno de ellos se crea de igual forma.

Una televisión NTSC de los años 70 no va a reproducir nunca los mismos colores que un muro de LED de 2020, incluso si ambos utilizan el mismo modelo y espacio de color. Ahí es cuando entran en juego las gamas de colores. Estas son particulares de cada aparato y explican qué color de un espacio de color determinado puede reproducir.

También es importante destacar que el eslabón más débil de la cadena de producción es el encargado de fijar el resultado final. Quizás los proyectores láser RAV modernos tengan la gama de color más amplia posible, pero solo pueden reproducir las gamas que se les introducen.

El uso de estas tres herramientas (modelo, espacio y gama) y el conocimiento de los objetivos propios de cada una debería hacer que el uso del color sea menos desconcertante y el resultado más predecible.