¿Podemos salir ya, por favor?

Cuando las pantallas se vuelvan a iluminar.

En 1979, la carrera del músico británico John Otway se había quedado algo estancada, así que se le ocurrió una idea. Unas pocas copias de su ultimo single no incluirían la pista de la voz y, si el tuyo era uno de ellos, él iría a visitarte a tu casa, se plantaría con sus altavoces junto con su inseparable compañero ‘Wild’ Willy Barrett, y te cantaría en directo.

Fue un absoluto desastre que unió lo peor de ambos mundos.

No solo el disco en el que te habías gastado el dinero no valía para nada, sino que además tendrías que aguantar que John y Willy (que, comparados con Iggy Pop, este parecía una hermanita de la caridad) saltaran sobre tu sofá, destrozaran las alfombras y asustaran a tu mascota.

Como experimento para llevar la música en directo a los hogares de los fans se considera un desastre que nunca se ha repetido.

Distintos ambientes

Todo esto nos demuestra que disfrutar del ocio en casa y salir a la calle es algo completamente diferente. Son ambientes totalmente distintos. Uno no se puede transformar en el otro, aunque tu equipo de sonido o tu home cinema sean increíbles. Incluso si los artistas se presentan en la puerta de tu casa para tocar en directo tampoco sería lo mismo, como quedó demostrado con el bueno de John.

El debate actual sobre los sistemas de streaming y el cine en casa, muy en boga durante este confinamiento, obvia un poco esta perspectiva. Nos apetece mucho, muchísimo, salir a la calle. Y no importa cuánto lo intentes, que nunca podrás replicar la experiencia que te ofrece una sala de cine sin salir de casa.

Precisamente por esto, todos los avances que se suponía que iban a traernos el fin del cine, como la televisión, el VHS, la televisión por cable, los sistemas de streaming, etc., no lo han conseguido. No importa que el contenido sea exactamente el mismo: hay algo especial e inexplicable que no nos permite disfrutar lo mismo de una experiencia pensada para disfrutar fuera de tu casa.

El mayor experimento, el confinamiento

Ahora estamos inmersos en el mayor experimento que el mundo ha vivido nunca, un confinamiento global, justo cuando tenemos el mejor acceso a entretenimiento de alta calidad que en ningún otro momento de la historia, y además en cantidades que necesitaríamos más de una vida para poder consumir al completo. Entonces, ¿qué más pedimos? Pues pedimos salir de una vez.

En el momento en que sea seguro de nuevo, volveremos a juntarnos con otras personas para compartir experiencias e interactuar. Queremos disfrutar experiencias excitantes y diferentes en otros entornos que no sean nuestro espacio personal. Y no existe nada en ningún lugar que represente esto mejor que una sala de cine.

Es el lugar en el que podemos disfrutar tanto de la imaginación de un niño como de una gran batalla espacial o de los planes de un asesino en serie. Amplifica la decepción de un amor perdido, afila la lengua de los cómicos, y nos asusta tanto que nos tiramos las palomitas por encima. Nos puede transportar a lugares extraordinarios precisamente porque no estamos en nuestra sala de estar. Es un reino, como la fábrica de chocolate de Willy Wonka, creado para la pura imaginación.

Cierto, las cosas cambian. Los modelos de negocio se adaptarán, la oferta seguramente se reducirá, y la crisis actual le medirá las costuras al sector, pero también lo ayudará a evolucionar lo suficientemente rápido. Pero, cuando las pantallas se vuelvan a iluminar y las luces se apaguen, comprenderemos que la atracción por las salas de cine nunca cambiará. Puede que en casa tengas todo a tu alcance (a veces, incluso al artista en sí), pero nunca podrá ser tan mágico.