El TIFF persevera.
El Festival Internacional de Cine de Toronto logra sacar adelante la edición de 2020.
En menos de 45 años, el Festival Internacional de Cine de Toronto se ha convertido en una constante de esta industria. Es un acontecimiento tan asentado que era prácticamente inpensable que algún día se dejara de hacer. Hast que, de repente, llegó 2020. Este año nos hemos dado cuenta de que quizá lo que pensábamos que era algo seguro y permanente en realidad no lo es.
En determinado momento, con las salas de cine y estudios clausurados, parecía que en 2020 tendríamos que renunciar irremediablemente al festival de cine con mayor afluencia de público del mundo. Pero eso habría sido menospreciar la resiliencia del TIFF, los creadores de la industria y de las fieles audiencias.
Si el mundo iba a cambiar, ahí estaba el TIFF para afrontarlo. Si hay directores de cine con historias que contar y audiencias que se mueren por conocerlas, de algún modo tendría el Festival Internacional de Cine de Toronto podría celebrarse. Y así es.
Un festival de cine híbrido.
Pudimos palpar la determinación que ha hecho que esto pueda ser posible en el momento en el que hablamos con Diana Sánchez, Directora senior del TIFF. Explica cómo la transformación del festival ha sido complicada pero que ahora está encantada con “haber hecho posible la celebración de un festival de cine híbrido en la edición de 2020. En parte presencial, en parte online, en parte autocine, para que podamos mantener viva la relación con nuesta audiencia. El trabajo y compromiso de los encargados de la programación tiene el mismo objetivo que el resto de ediciones: ser considerado el mejor festival nacional e internacional desde diversos puntos de vista”.
Esta edición, que merecerá la pena ser recordada, es lo suficientemente atrevido como para lograr que nadie le arrebate su lugar como líder e incluso para amplificar la voz de algunos sectores en ocasiones ignorados (comunidades LGTBI+, nativos, personas racializadas), así que han puesto toda la carne en el asador. No se preocupan por cómo el cine puede verse afectado por el boom del consumo online, ni siquiera por la posibilidad de que esta edición pierda algo de magia con respecto a sus predecesoras. Según Diana, “las audiencias del TIFF han crecido a medida que lo hacía el festival. Hay gente que lleva viniendo desde 1976 y que ahora vienen con sus hijos, y estos, a su vez, lo hacen con sus amigos. Una de las cosas más apasionantes de la edición de 2020 es que vamos a llegar a más audiencias que nunca antes y que ahora también podrán formar parte de la experiencia del TIFF. Estamos haciendo posible que el cine llegue a personas que no pueden venir hasta aquí o que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Lo que me gusta del cíne es la empatía que puede producir y que es capaz de hacernos cambiar la idea que tenemos de personas distintas a nosotros, hasta que nos damos cuenta de que en realidad nuestras experiencias son similares y de que no estamos tan aislados como podríamos pensar”.
Continudad, cambio y resiliencia
Así que, a pesar de que el TIFF 2020 será indudablemente diferente, continúa teniendo un fuerte, y, a ojos de Diana, irrompible vínculo con su pasado: un equilibrio ente continuidad y cambio.
Estaba planeado que este año el TIFF rindiera honores a las películas presentadas hace 15, 20 o 25 años y así ipactar al público. La mayoría de ellas ahora se consideran clásicos, que lanzaron las carreras de directores y actores en su momento desconocidos. Es una oportunidad de ver cómo el mundo ha cambiado, pero también de ver cómo, en gran parte, todo sigue siendo igual. ¿Se siguen luchando las mismas batallas? ¿Los adalides del TIFF acabaron ganando o fueron silenciados? ¿Cómo estas voces pueden prestarnos su ayuda y experiencia, tras haber vivido acontecimientos increíblesen su momento pero que ahora podrían considerarse algo normal?
El simple hecho de que si una película puede, como el TIFF insiste, transformar la manera de pensar de las personas, entonces todo el mundo debería tener la oportunidad de ver esa película. En los 20 años que Christie ha prestado sus servicios a este festival, no ha habido ningún reto comparable a los afrontados en la edición de 2020, pero esas voces silenciadas de las que antes hablábamos siguen necesitando amigos y adalides que los representen. Y está claro que en el TIFF se unen ambas cosas.