Puede que Bill Peters no sea el dueño del universo, pero se lo conoce al dedillo
A finales de la década de los 60, Bill Peters fue a trabajar al primer planetario de su vida. El hombre aún no había pisado la luna. Aún no existían los telescopios espaciales (ni el Hubble ni el Webb), y faltarían todavía 20 años para que la sonda Magallanes de la NASA hiciese el primer mapa de la superficie de Venus. Aunque este graduado en Astronomía no necesitaría tanto tiempo para darse cuenta de que no era la persona idónea para el puesto. Él mismo nos lo cuenta.
«Me di cuenta de que mi formación no servía prácticamente para nada y empleaba un punto de vista totalmente equivocado ya que la base de un planetario no es el cielo nocturno que yo había estudiado; es el teatro. Aunque el objetivo de los planetarios es el espacio y la astronomía, sus visitantes acuden con el deseo de vivir una experiencia. Quieren sumergirse en un entorno visual envolvente».
50 años de carrera
Como suele ocurrir con revelaciones de ese calado, puede que la de Bill Peters no haya ido acompañada de agujeros negros y horizontes de sucesos, pero sí le ha hecho tener 50 años de carrera profesional y un gran prestigio como asesor de los planetarios más importantes del universo*. Y ha hecho que Bill Peters Consulting participe en proyectos como la reciente renovación del teatro Infinity Dome del TELUS Spark Science Centre, en Calgary, estado de Alberta, Canadá.
El uso de ocho proyectores Christie Griffyn® 4K32-RGB de láser puro combinados entre sí y ubicados en una cúpula de tres pisos de altura y 21m de diámetro, especificados e instalados por RSA Cosmos-Konica Minolta en colaboración con Solotech, es un ejemplo perfecto de cómo explicación y entretenimiento forman parte de la misma ficción cósmica. Además de espectáculos que revelan los misterios que oculta el cielo nocturno y que no se ven a simple vista, también cuenta con cobertura en directo del lanzamiento de misiones espaciales y eventos en los que los niños pueden convertirse en astronauta por un día.
Pero los planetarios llevan ya mucho ampliando horizontes y expandiendo sus proyecciones fuera de la pantalla rectangular tradicional. La disponibilidad de datos de calidad (procedentes de fuentes como el Observatorio Jodrell Bank, el telescopio espacial Hubble y el telescopio James Webb, combinadas con proyecciones de clase mundial), permite cambiar fácilmente y casi al instante de una visualización a otra, quizá en respuesta a alguna pregunta del público.
Visualización de fenómenos nuevos
Según Bill, esta nueva generación de planetarios funciona a dos niveles distintos: «Primero, el que yo denominaría ‘popularización’, en el que el público experimenta cosas nuevas; pero también en el académico, donde astrónomos y astrofísicos utilizarán tanto planetarios como bases de datos para ver cosas y visualizar fenómenos de formas nuevas. También he dado un curso de navegación para pilotos de las Fuerzas Aéreas de los EE. UU., para ayudarles a reconocer las 57 estrellas de navegación que hay que conocer para ser un piloto del máximo nivel».
Bill también afirma que los planetarios son tan útiles para mirar al pasado como para mirar al futuro: «Otro uso es la arqueoastronomía: retroceder en el tiempo y contemplar el cielo tal como lo hicieron los antiguos constructores. Por ejemplo, se puede recrear con gran precisión un amanecer sucedido en un lugar concreto hace 6000 años. Podemos hacer que un arqueólogo viva la misma experiencia que los antiguos británicos tuvieron en Stonehenge, o la que habrían tenido los paleoamericanos indígenas ante un círculo enorme de piedra en una llanura. Todo, en alta resolución».
Los planetarios nos revelan los secretos del cosmos y el movimiento de los astros. Son lo más parecido a viajar en el tiempo que tenemos: pueden congelar nuestro universo cambiante, dejarlo a un lado un momento, y llevarnos luego a las estrellas, a máxima velocidad.
* Mera especulación. Pero estamos seguros de que Bill seguiría estando a la altura incluso si se descubriera vida extraterrestre.