Sillones en las calles. Pantallas en la ciudad.
Era imposible que funcionara. No se puede instalar un cine al aire libre en una calle concurrida. La vida transcurre entre tiendas, cafeterías y establecimientos nocturnos. También hay viandantes, así que, ¿cómo se comprueba que todo el mundo tenga entrada y no vea la película gratis? No se puede hacer.
Bueno, sí se puede, como ICFF ha demostrado de sobra en el Lavazza IncluCity Festival, Toronto. Hace dos años construyeron un cine al aire libre en pleno corazón de una calle peatonal del Distillery District. Ofrece cine con proyección y sonido de máxima calidad justo en medio de una concurrida comunidad comercial. Suena a locura, pero funciona.
Paseadores de perros y distracciones
En la época del confinamiento durante la pandemia, Cristiano De Florentiis, cofundador y director creativo de ICFF, tenía un problema. Seguía con su idea de celebrar su exitoso festival de cine, pero al aire libre. El pensamiento convencional dictaba hacerlo en un parque, pero un parque era sinónimo de paseadores de perros, distracciones y un público sentado durante horas en incómodas sillas de plástico. Y eso no era lo que él quería. Él deseaba ofrecer la comodidad de un cine en un espacio urbano al aire libre y estaba seguro de que el público también.
Cristiano encontró una solución que constaba de tres partes. Dos eran más o menos evidentes: proyección de máxima calidad, cortesía de Christie, y auriculares inalámbricos con cancelación de ruido. La tercera, no tanto: ochenta y cinco cómodos sillones hinchables complementados con mesas.
Para contar con unos auriculares y poder oír la película, era necesario comprar una entrada; estos hacían, además, que la vida en la calle pudiera discurrir como de costumbre. Se podía seguir conversando sin problemas en las cafeterías y los residentes de los edificios de la calle no oirían la película y podrían dormir tranquilamente. Y todo ello mientras, a unos metros, el público disfrutaba de una experiencia de cine totalmente inmersiva.
Por supuesto, la proyección corrió a cuenta de Christie®, patrocinador de larga duración de lo que ya es, sin duda, su festival de cine local. Un proyector de cine con tecnología 4K DCI de Christie podía brindar sin problema una experiencia cinematográfica en toda regla en la calle. Sin embargo, había un pequeño problema: un antiguo puente de hierro victoriano cruzaba la calle. Muy bonito, pero que se interponía justo en la trayectoria de proyección. De modo que los ingenieros de Christie diseñaron un ingenioso plan de espejos y lentes que permitía montar el proyector en los ángulos correctos con respecto a la pantalla. Y todo el mundo contento.
Más que un cómodo lugar para sentarse
Y luego estaban los sillones, que se han convertido en la imagen característica de ICFF y son mucho más que un cómodo lugar para sentarse. Cristiano afirma que uno de los mayores retos fue convencer a los dueños de las cafeterías, bares y restaurantes de la calle de que sus negocios no se verían afectados durante la proyección de las películas. Después de todo, ellos pagaban un alquiler, y Cristiano no.
Felicidad máxima
Cristiano explica la importancia que para ello tuvieron los sillones. “A todo el mundo le encanta comer y beber mientras ve una película. Es lógico. De modo que todo lo que teníamos que hacer era asegurarnos de que el público comprara productos de los establecimientos de la calle, algo que resultó sencillo, puesto que el público sentado en los sillones era una clientela más que dispuesta a consumir. Café, tarta, menús completos… todo lo que desearan. Y, cuando se proyectaba una película internacional, la experiencia se tematizaba. Si se proyectaba una película japonesa, se servía sushi y sake y sonaba música japonesa tradicional. Es más, descubrimos que había gente que venía a ver a la gente que veía la película, y que también tenía hambre. El lugar se hizo inmensamente popular y los negocios locales se llenaron. La gente pasaba allí horas y horas”.
ICFF no solo demostró que la calle y la pantalla podían coexistir, sino que además prosperarían de forma natural en comunión. El cine mejoró un lugar de reunión al aire libre que ya existía, convirtiéndolo en una zona mágica, maravillosa y memorable.