La ciencia de la enología entendida como arte. Visita a un viñedo
Si tan fácil es sentir placer, ¿por qué cuesta tanto crearlo? El vino, por ejemplo: es uno de los placeres simples más absolutos que existen y, sin embargo, no hay nada de simple en su elaboración. El camino desde la vendimia hasta la copa puede durar un año (o incluso más) y, durante ese tiempo, un ejército de viticultores, químicos y técnicos monitorizan, modifican e influyen en el proceso.
En Palmaz Vineyards, unos viñedos situados en el valle de Napa (California), dirán que es cuestión de saber equilibrar la paciencia y la perfección, que meter la felicidad en una botella significa también meter los momentos más difíciles. Por eso ellos excavaron su bodega, una inmensa cueva construida ad hoc en las laderas del monte George, para que todo se alimentara con la gravedad y ninguna bomba pudiera dañar la delicada estructura molecular de los vinos.
Una espectacular proyección de datos
¿Y cómo gestionar este río de felicidad que madura a fuego lento mientras fluye por un laberinto subterráneo que se extiende a lo largo de una superficie equivalente a cinco bloques de edificios? La clave es una combinación de arte, ciencia y una impresionante proyección de datos en el inmenso techo abovedado de la sala de fermentación principal.
Christian Palmaz, COO de Palmaz Vineyards, afirma que la ciencia que respalda todo esto está clara: «es algo que cualquier estudiante de primero de enología puede hacer»; y, sin embargo, que el verdadero arte de la enología requiere criterio y colaboración, y que se puede echar a perder con facilidad a menos que los números se divulguen y sean visibles para todos. Su sistema de software, Fermentation Intelligence Logic Control System (FILCS, por sus siglas en inglés), calcula millones de datos por segundo procedentes del interior de cada depósito y, con un equipo de tres expertos trabajando de forma conjunta, no es difícil conseguir una gran variedad de interpretaciones a partir de los resultados.
«El color es muy importante», explica Palmaz, «al tratarse de pantallas termográficas, el color tiene un significado especial para nosotros: ver el efecto dinámico del color a medida que cambian las temperaturas es como ver la progresión de los tonos del agua de la bañera. Se trata de un cambio de temperatura de cinco o seis grados en el tanque. De hecho, la gama de colores permite apreciar incluso pequeñas variaciones de temperatura. La fidelidad cromática de los proyectores láser puro Christie M 4K25 RGB recién instalados, gracias a su amplia gama de colores y a su precisión cromática, se traduce en una interpretación más acertada de cómo se distribuye la temperatura en el tanque.» Más información sobre el caso práctico completo de Palmaz Vineyards.
Producción y consumo
Pero al final, y en la copa, todo se reduce al criterio y la experiencia del enólogo. La elaboración del vino es un arte porque tanto su producción como su consumo dependen del gusto personal. La tecnología ayuda, y mucho, pero no es un juego de números. Es una habilidad y un talento, del mismo modo que lo es la creación de imágenes: ambas artes necesitan esa chispa humana que les haga superar el listón de lo mundano, y ambos son empeños científicos con resultados placenteros. Poco importa si se presenta en una copa de cristal o en una gran pantalla: ninguna de las dos tendría el mismo poder ni suscitaría la misma admiración si no hubiera en su creación una dosis de arte. No se puede reducir la elaboración del vino a una mera fórmula química o las imágenes a simples valores RGB sin perder la esencia que las hace únicas. Las personas creativas lo logran, y siempre brindaremos por ellas y por el placer que nos provocan.